“El alfarero, transformador de la materia en virtud humana. Capacidad única del hombre de diferenciarnos de las bestias”.
Atento a las críticas en los últimos días, respecto al Árbol de la vida emplazado en la peatonal de Concordia, es necesario hacer saber a sus detractores que la cultura de la cancelación puede afectar a la obra por el solo hecho de atacar la posición política del autor, este es el caso de Juan Carlos Cresto, en adelante Calucho, cual su nombre artístico.
Es grave caer en ello, cuando sabemos que lo más importante en cuanto a una obra, es la aceptación del espectador, en este caso el pueblo, que transita por su emplazamiento y que ya han adoptado como propio al cuestionado árbol.
Esta apropiación popular de la obra por parte de los ciudadanos es fácilmente comprobable, con la simple lectura de los nombres que allí plasman jóvenes estudiantes, parejas enamoradas y turistas que allí transitan y hasta llevan una foto de recuerdo.
Del autor y la cancelación
Atacar la obra a más de 4 años de su emplazamiento, responde a una actitud digna de un Sabonarola, pretendiendo hacer una hoguera de las vanidades con la misma por sólo atacar al autor, en este caso Calucho, sólo por la ideología política que profesa.
Es pecado ser peronista y dejar una obra al pueblo? O es pecado ser artista y peronista?
Calucho es un caso más de un genio viejo y loco incomprendido a través de su obra, cual Picasso?
Quién define qué es un artista? si no es el consumidor, mas allá de lo simbólico y lo filosófico de la obra y que fuese tema de un periódico local.
Calucho nos golpea con su obra, desde su faceta de artista imponiéndola como León Ferrari lo hizo en su momento con su Cristo en sus diferentes representaciones, entregando la misma a los ojos del pueblo, para que el pueblo haga su crítica, pero sus detractores políticos se centran en el autor y no en la obra. Calucho con su obra se transforma en un transgresor en un amplio sentido, sacando lo peor y lo mejor de los humanos, que ponen atención en su escultura. Esto nos lleva a pensar y plantearnos: Sería tan criticada la obra, si el firmante fuese otro?
La obra y su expresión
Es común en otras ciudades, tanto de la Argentina como del exterior, ver emplazadas esculturas que son atracciones turísticas y culturales, donde el espectador, que no es otra cosa que el consumidor final de la obra, se siente atraído llevando el momento vivido y la estética plasmada en su memoria.
El arte público es precisamente eso, público.
Dónde transforma e irrumpe de modos impensados la capacidad sensitiva e interpretativa de quién la observa,
tendiendo particularidades imprevistas misteriosas y movilizantes, de manera directa casi pasional, a un mundo que pasa a su lado. Cómo también ser ignorada y vista simplemente como un elemento más en el espacio.
Y así sucede, no hay otra manera.
Nadie cuestiona hoy a Gaudí, si este respetaba los estandares impuestos por los que decían ser los grandes profesionales del movimiento arquitectónico del momento, el modernismo, y menospreciado por “la vanguardia” posterior, cuestionado por quienes no entienden del arte, pero sí de la política, tal lo hacen con Calucho.
Es el momento de ver a Calucho como el artista provocador, visceral, el que desde sus comienzos como artesano alfarero transforma la materia, y que con su obra cuenta mucho de su personalidad y su historia de vida. Los mentideros de la ciudad dicen que el árbol exhibe una hoja por cada amor vivido por el longevo autor, que optó por el acero inoxidable como material, con el fin que la misma perdure en el tiempo, como los sentimientos que emanan de su avasallante y patriarcal personalidad.
“El arte es un tormento que Dios pone en el alma
La carne, el instrumento que el arte hace vibrar,
Y el sueño de un artista, es trágico suplicio
Es hondo sacrificio que nadie ha de pagar.
El público no sabe, lo mucho que se implora
Lo mucho que se llora en busca del laurel,
El público no sabe las horas de amargura
Las noches de tortura, para cumplir con él.
El alma de la gente no entiende que en un paso
Se juegan los payasos, la vida y el amor,
Ni piensa que en el trance que saca la sonrisa
El alma se hace trizas y sangra el corazón.
Yo pido a los que tienen un corazón humano
Que sientan como hermanos, que ayuden a sufrir,
A los que abrigan sueños, a los que vuelcan cantos
A los que sufren tanto la pena de vivir..”
Homero Manzi
Que árbol no sea la excusa de tapar la expresión del autor.
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